domingo, 20 de marzo de 2011

Equinoccio - Débora Schvartz

Fruto de la antipatía, la burda apatía y la frustración.
Creciendo lenta en el silencio la sucia palabra que no se mencionó.
Creyendo nacer entre los vivos cuando están todos muertos arañando el cajón.
Salí, queriendo acostumbrarme al vació, sintiendo en pleno verano el frío de la desesperación.

¿Querrían saber ustedes, acaso cómo se siente dormir en solitario
Mientras los otros se quejan por incomodidad?
¿Temiendo al manchón en la sábana que en un tiempo quebraba aquella pulsión sexual?
Y es que el maldito Eros, jugando con Morfeo, me quiso engañar…
Y me dejaron los dos de legado el secreto, que el amor es un sueño perverso que yo nunca he de lograr.

Debo decir de mí que nunca fui material de mi tierra, ni persona honrosa ni buena ni de belleza jovial.
Tampoco destaqué en algún ámbito que fuera de orgullo para los demás.
No recuerdo las caricias, ni los besos ni las risas de los sueños de infancia y la polución mental.
Pero sí recuerdo esos golpes en el pecho, el plato frío en el piso y la botella por la mitad.

¿Van a golpearme? Ya es tarde, fui la marca del puño contra la pared,
Fui del sacudón la clemencia, del terror la inocencia que me robaron ayer.
Por eso es que hoy busco, ya sin consuelo, quien se anime sólo un poco y me pueda querer.
Temiendo que sólo puedo dar a cambio, un mar de conflictos freudianos y una taza de café.

No hace mucho me diagnosticaron que tengo los ojos secos y más no puedo llorar.
Las lágrimas que vieron un día, es la prueba de esa burda mentira
Y que de fortaleza tengo lo que un hipopótamo puede tener de pez…
Vamos, que la ingenuidad ya no es un regalo, que el conflicto más grande que tiene el ser humano es el de ser querido y querer.

No me hablen de mentiras señores, que el amor no se vuelve un enjambre de mariposas en el estómago,
Que ya se han derretido mis relojes esperando que en la memoria de alguien persista la idea de amar.
Porque si pudiera elegir una mejor vida, pediría que Pangea otra vez exista y de alguna forma yo me pueda escapar.

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