miércoles, 20 de julio de 2011

Mácula - Guillermo Vidal

Se detuvo poco más que un respiro,
le inquietaban las nubes,
como rocas en las alturas
a punto de caer.
La tierra la envolvía en un silencio hosco,
como un manto sinuoso e impaciente.
El pozo de agua, podía sentirlo bullir
a pocos pasos.
Un viento susurrante arrancó el polvo
y la envolvió en suspiros.
Brazos que aleteaban
se confesaban en un lenguaje extraño.

Supo de los ojos que la miraban,
que anhelaban su materia y alentaban su carne.
Supo sin saber, que exhalaban un aire
de una atmosfera irrespirable.
Quiso responder
y las palabras se deshacían antes de abrir los labios.

El cántaro se le partió como una cascara
y derramó sobre ella el contenido,
agua fresca que no esperaba.
Su piel la bebió sedienta,
se le coló hasta los tuétanos,
atravesó todas sus edades
y alcanzo un abismo que desconocía,
aun en su propio territorio.

Inexplorado, el futuro se le apareció irreverente
para apretarle el corazón con sus promesas.
Calló los secretos para no revelar palabras
que no debían pronunciarse más en las alcobas.
Quedó aquietada sobre la piedra
como en un altar de sacrificios.
Acepto, dijo, abriéndose
como la puerta a un mundo inexplorado,

Dijo si a todo,
Y así fue, hasta que su vientre floreció
y tomo el nombre que el ángel le había dado.

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