Somos restos de conciencias
que no se atreven a dejar
solos sus cadáveres,
que inventan una ficción a colores
para disimular la lividez de los despojos.
Somos el rescoldo
bajo una montaña de cenizas.
Jugamos a que vivir
cambiando números en las pizarras,
simulando los combates para suplir
el calor que nos falta.
La vida en este mundo esta extinta
y sobrevive el deseo,
como las bacterias,
que se alimentan de las migajas.
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