viernes, 30 de noviembre de 2012

Suicidio - Ignacio Hernán González Zapata

Cielo gris
río gris
ciudad gris
puedo imaginar mis huesos
del mismo color que este cielo frío.
Soledad desasosiego
yo solía guardar
una pequeña brasa mi corazón
pero mis lágrimas frías
apagaron por fin el rescoldo
que me ayudaba a vivir.

©I.H.G.Z - Derechos Reservados - Propiedad Intelectual de la autor-

Imperceptible - Héctor Ranea

cada cuervo que levanta vuelo del andén
lleva un fragmento de besos de amantes
de caricias y de abrazos que nadie percibe
a este paso los trenes quedarán vacíos languideciendo


Sobre el autor:
Héctor Ranea

Rescate - Ada Lerner


Desconozco el rostro
en mi espejo solitario
no me rescata la noche
los fantasmas y el silencio.


Sobre la autora:
Ada Lerner

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Amor amor - Armando Rosselot


Aún hoy recuerdo tus intestinos esparcidos por el valle
la carne revuelta con el lodo y las piedras
y tu rostro
que jamás volverá a juntarse
ni en la tumba
ni en mi cabeza
ya que te siento fría y monstruosa a mi lado
donde tu aroma se llenó de los hedores del desmembramiento

Te siento en mi mente enferma

por encontrarte ese funesto día así
presentándote en una roída humanidad luego del desastre
como solo una muñeca rota podría estar en el patio de una niña
esa que fuiste en mi despertar
en mi mañana y también en mi noche más solitaria
que empezó al momento de encontrarme
con lo que supone alguna vez fuiste tú y tu voz
y aquel respirar que nunca volverá a jugar con el aire y el viento


El autor: Armando Rosselot

Pero en qué lugar encontrar piedad - Carlos Barbarito


Pero en qué lugar encontrar piedad
para el fruto caído de la rama
en el barro del camino,
para el reloj detenido a la una y cuarto,
para la última reserva de pan
antes de la lluvia de las cenizas;
tal vez no donde pensamos,
no donde nos enseñaron,
quizás en el viento que, indeciso,
agita tanto una hoja como una cortina,
un vestido, una hierba olvidada,
quizás en el único carbón
que no ardió anoche en el hogar.
O en un papel con una cuenta
escrita con tinta dejado sobre la mesa.
Ahora recuerdo que nada abriga,
en la lluvia, a la piedra
y que sólo en el sueño del alquimista
el dragón envuelve a la mujer desnuda;
el que viaja puede caer,
fulminado por el rayo,
el mismo capaz de quemar al árbol
e incendiar los trigales.
¿Y si esa supuesta piedad no existiese
y todo fuera desnudez e intemperie,
un animal solitario y descentrado
aullando en donde siempre anochece?

El Autor: Carlos Barbarito

Beware of darkness/Cuidado con la oscuridad - Conrado Yasenza


Entregarme al vino
como quien se entrega al tenaz sello de la sangre,
a la horizontal soledad del fumadero de opio más antiguo,
el inhallable.
Tal es mi condición de insegura savia,
tal es la señal más visible
de mi condición.
Un gesto impropio será la caricia
que enturbie el día más allá de nuestros cuerpos:
anotaciones que respiran
o exhalan el resuello del dardo sin centro.
Es mi condición un capricho más del ocio
si la palabra es la noche
y su signo
la firmeza de una ciudad vuelta arena
sin disposición de mundo.
La noche
una ciudad en sí misma,
el espacio estéril del concepto,
la ansiada gema de la muerte
en busca de su faro.
La noche o mi condición,
el espejo de marcos olvidados,
el misterio sin pie ni talón,
el corazón descalzo y sucio
junto a la sangre y el vacío convidado.


El Autor: Conrado Yasenza

La única esperanza - Conrado Yasenza


La voluntad nunca es clara
nace de una mañana perdida
y se desliza entre horas que no soportan el tiempo.

Así es la medianera de las pasiones
la angustia que encuentra reposo en un grito
el dolor que trata de calmar su eterno retroceso
el llanto recostado sobre el muslo suave y tibio
de una mujer que respira sin miedo.

El peso del deseo,
la única esperanza en este tiempo de malas noticias
y regiones tan poco atrevidas
tan poco dispuestas
a reincidir en la palpitación de un intento
sin mendigar permisos
para que la vida no se nos escape.


El Autor: Conrado Yasenza

lunes, 26 de noviembre de 2012

el agua – Héctor Ranea

no me nombres el mar
he muerto demasiadas veces
en las olas esmeralda
soy ya una piel difusa que abraza cada ola

La otra vida — Cristian Cano

En las horas que el gato desfila coqueto, quedan las aguadas y los ventanales entreabiertos, las cortinas adentro de cajas y los vasos vacíos. Se va. Maullando, me deja. Siento tu otra vida en las células de tu recuerdo. Te cuento, en mi silencio, el chocar de ecos cenicientos y el fuego del último abrazo. La soledad que engarza los corazones callados.

La playa - Juan Disante

El verano se ha ido con tus cosas a cuesta.

Sólo me queda barrer las arenas
con un paso enlutado
y encontrar las sombras
de tus perdidos clamores,
tu lápiz labial,
una horquilla,
tus preguntas,
el anillo,
tu esencia preferida,
la discusión sobre el desarreglo.

Tu acaracolada huella mutará mi forma.

Sólo me queda
pedirle al mar que no se la lleve
con la última ola,
hasta algún otro cierto
destonado verano.


El autor: Juan Disante


del blog:  www.juandisante.blogspot.com

Desidia - Fernando Andrés Puga

Hoy lo sabré:
Mañana es tarde.
Ayer,
después
y no murieron las brasas en el hogar.

Hilos de fuego,
crujir de historias que se desploman.
Antiguas cartas,
Gruesos cajones desmantelados.

Alivio y culpa
y los segundos
que en mi memoria ya son ceniza.

Mañana supe.
Ayer tendré que apagar el fuego
antes que el hoy
se me vuelva olvido.

jueves, 22 de noviembre de 2012

El ácido interior — Cristian Cano

Sueño tu palabra. Todos tus pliegues vierten esa sola y única palabra: Silencio. Encuentro tu tono. Tiemblo en las armonías, y lloro. Sí, amor. Llorar solo. Mañana será peor, te escuché decir mientras soltabas la cortina. Luego, otra mudez que engarza los corazones callados. Quimérica expresión y de día, te dejo ir. Me dejo ir. Acompaño mudos descensos, un caminar de doloroso ripio. Pequeños pies. Pelito de gorrión. Saltitos de un amor que se va.

Sobre el autor:
http://biosdelosblogsh.blogspot.com.ar/search/label/Cristian%20Cano

A penas - Fernando Andrés Puga

A destajo
A destiempo
A raudales

A como dé lugar
A rienda suelta
A cualquier precio

A caballo
A quemarropa
A carcajadas

A vuelo de pájaro
A cara de perro
A golpes de suerte
A moco tendido
A boca de jarro

A propósito
A pie
A fuego lento

A fuerza de insistir
A sol y a sombra
A diestra y siniestra

A Dios gracias
A los tumbos
A conciencia

A tiempo
A cuentagotas
Al azar
A ras de suelo

A pie firme
A mano abierta

A pesar de todo
A regañadientes
A penas

A duras penas

Sobre el autor: http://biosdelosblogsh.blogspot.com.ar/search/label/Fernando%20Puga

Sin atardeceres ni madrugadas – Guillermo Vidal

Si te revelo el nombre de mi noche,
luego voy a tener que matarte
y para que no me expulsen del infierno,
esconder tu cadáver.
La luz está condenada al cielo.

Sobre el autor:
http://biosdelosblogsh.blogspot.com.ar/search/label/Guillermo%20Vidal

Quisiera- Ana Caliyuri

Quisiera
en la tarde
lánguida
avistar

el halo
de la sombra
añeja.
Un eclipse lleno
soberano
se dilata
en mi pensamiento.
Como cualquier sombra
que machaca
la luz
insepulta
en el pecho.



Sobre la autora:
http://biosdelosblogsh.blogspot.com.ar/search/label/Ana%20Mar%C3%ADa%20Caliyuri

lunes, 12 de noviembre de 2012

Robots – Esteban Moscarda

Pisar las cabezas de los robots,
Como una mariposa electromagnética
Sobrevolando los páramos de la urbe.
Escuchar las letanías que repiten
Como un mantra
De bytes ajenos, downloaded.
No son sus ojos, no son sus palabras.
Ellos son hablados
Por la fábrica que los creó,
Que los ensambló en una cadena fordista,
Toyotista, postcapitalista.
Pisar sus cabezas es como
Navegar el barro
Que fundamenta sus circuitos.

El ácido interior — Cristian Cano

Sueño tu palabra. Todos tus pliegues vierten esa sola y única palabra: 
Silencio. Encuentro tu tono. Tiemblo en las armonías, y lloro. Sí, amor. Llorar solo. Mañana será peor, te escuché decir mientras soltabas la cortina. Luego, otra mudez que engarza los corazones callados. Quimérica expresión y de día, te dejo ir. Me dejo ir. Acompaño mudos descensos, un caminar de doloroso ripio. Pequeños pies. Pelito de gorrión. Saltitos de un amor que se va.

Pueden ser las nubes - Armando Rosselot


Pueden ser las nubes
las que muestren un color diferente
entre el ocaso del día
y el advenimiento de la noche

de la noche de tu mente bifurcada
en disímiles impulsos
de muerte cruel y espantosa

pueden ser tus palabras robadas
las que liberen esas piernas heridas
con el agua fresca de la verdadera risa de los niños

puede ser que me canse y salga a dar un paseo de años
por las calles que nunca vi
por las gentes que nunca existieron más allá de unas nubes lluviosas y un viento gélido
de una tierra muerta que ha sucumbido a esa oscuridad
y que fue derrotada
a pesar de todo

Perpetua – Guillermo Vidal

No secuestro silencios,
 ni caricias,
 Estabas aquí,
 ayer.
¿O fue un sueño que nunca tuve?

Cruzada de niños - Carlos Barbarito



A Marcelo Bordese, por la conversación de la que nació este poema.



Nada varía el viento que hoy sopla
desde un fondo tatuado de gritos
hasta este lugar donde dormimos o creemos estar despiertos.
¿Quiénes gritan si no tienen ya lenguas ni gargantas
y son sólo polvo anónimo
en remotas tierras a orillas de remotos mares?
Son niños. Criaturas con gorros de cuero,
perdidas en la bruma, con espadas de madera, de lata.
¿A qué dios con rostro de cordero
o perro, a qué supuesto paraíso
sin ángel envuelto en llamas a la entrada,
se encomiendan, apretados uno contra otros,
al sol quemante o en la lluvia,
hechos prisioneros en oscuras bodegas,
en barcos que navegan quién sabe hacia dónde,
atados a lomos de caballos que galopan
bajo constelaciones que no reconocen?

El Autor: Carlos Barbarito

Miles Davis – Héctor Ranea


feio
un horizonte un cuerpo en el aire
el aire salobre de una mañana con sangre en el alba
el sueño del cuerpo que se escapa
y el sol que todavía no aparece


santuario
el viento mece la espuma donde camino
el universo en una burbuja
el tiempo en una pálida piel que explota


la danza del faraón
un ojo que me mira desde la mano de alguien
el nilo dorado se curva en mi ansia por nadar
la risa de un faraón que baila sobre el agua


brebaje de las brujas
no tengamos el gato de ojos glaucos
no tiñamos el gato negro de ojos amarillos
el solitario silencio no embruja al que bebe
de tus ojos


clave española
toma el tren para correr con el toro que lo empuja
baja el vidrio de su ventana el aire lo desordena todo
va el tren viene el tren vuela el tren silencio sin tren
el toro murió en una arena él en la otra orilla


voodoo
la ruta la escalera el aire necio que no entra
en los pulmones secos los oídos secos los ojos secos
la música que sujeta el hilo que sujeta el hombre
que quiere ser muñeco la risa que quiere ser costura


El Autor: Héctor Ranea

Miro la fogata y otros dos poemas - Alejandra Leticia Taylor



1
Miro la fogata
               y las curvas azules del espiral
             hacia el Principio.
    Las cenizas resisten el baile...
Todo cae.



2

         Llegas,
desde lo imposible
por ardientes caminos.
        Llegas...
desesperadamente a mí.

3

Sólo miradas  y latidos que luchan.
Al final, la vida se reduce a lo etéreo,
a una gota de miel...
y mi mundo,
       a una luciérnaga en la noche.


La Autora: Alejandra Leticia Taylor

sábado, 3 de noviembre de 2012

Temporal - Fernando Andrés Puga

Hoy se oye tu suspiro
y resuena tan alto
que es desolado manto

el aire de tu espanto

Hoy sí que te has reído
y te has reído tanto
que es cascada de llanto
tu risa en el asfalto

Y te irás por ahí
a burlar otros cielos
A cortar de raíz

la gracia de otros vuelos
y dejarlos al fin
Deshechos en el suelo

¡Viste, que linda tardecita! — Cristian Cano

Domino el universo de mis próximos cinco minutos en la tardecita, entre los ásperos malvones. Sórdidos y rojamente irrefutables acentúan tu recuerdo, en el siempre nuevo alegro de abrir la puerta. Ahí, bajo las austeras insinuaciones del laurel, vivo la otra vida.
La exclusiva existencia dedicada a saber desde dónde viene esa sedienta avispa. Quiebra la luna para orbitar en titánicos trozos al cerrar con llave, y me pongo a prueba. Domino mi diminuta galaxia. La hago girar para donde se me cantan las pelotas. Aunque siempre en tu derredor. Obligadamente en tu cíclico regreso. Ahora sé, que las plantas te extrañan y que la avispa es tu amiga.

Vías De Ausencia - Gladis Lopez Riquert


¿Cómo no recordar aquellos años,
cuando la aventura vivía en el sol
que estallaba en hierros de verano,
y en el frío de julio intentando
detener la fiesta del domingo?

Nuestra niñez caminaba entre los rieles,
sobre ellos hacíamos apuestas:
El primero que cae vuelve saltando,
y no puede tocar ningún durmiente.

Durante toda una semana era nuestra
la vía entera, los pedruscos, la distancia.
Los miércoles, el tren se detenía
en la vieja estación.
Saludábamos de lejos sus chirridos, su vapor,
sus vagones y misterios y noticias.
Y la ilusión: algún día ser pasajero.
Irse. Y volver.
Llegar y verte —niña y mujer, hombre y aún niño—
trepada mano en alto en los alambres.
Y decirte por fin lo que te quiero,
lo que siempre te quise.

Pero primero nos partió el destino
empecinado con su mira en arruinar
los amores niños.
Y vos te escapaste con tu miedo
—fue algún miércoles—,
y yo te despedí con mi entereza,
esa que desde el principio de las cosas
jamás sirvió de nada.

Y poco a poco fui yo sin tu presencia:
ya no caminábamos las vías
ni despertábamos durmientes,
y ya no había ilusión por tu regreso.
¡Ay, si vieras…!
Las trochas se han cubierto de funcionarios yuyos,
de sindical vergüenza.
¡Ay, la dirigencia!
¡Cómo puede un corazón latir sin trenes!
Ninguna apuesta al amor que los convoque
al plácido andén donde soñamos.

Y ahora que la vejez
corre aún más rápido que aquel ruidoso tren
de nuestra infancia,
me atrevo a veces a mirar el campo:
busco algún aviso, algún anuncio que me diga
qué ha sido de tu vida y de mi espera.
¡Y qué será de nuestro pobre pueblo
tan lleno de fantasmas!